La revelación y la
inspiración
Este tema será ampliamente tratado
en el curso “Teología I”. Sin embargo, el trato que se le dé en tal curso, que
plantea un desarrollo doctrinal sistemático, no cubre el enfoque que se le
puede dar desde el punto de vista hermenéutico. Es por ello que decidimos
tratar los temas de la revelación, la inspiración, y posteriormente, la
autoridad de la Biblia, aplicándolos funcionalmente a la tarea hermenéutica.
Tradicionalmente la teología
sistemática o “dogmática”, se ha acercado al estudio de la revelación
clasificándola en dos categorías:
(1) Revelación general. Es la que se da en
la naturaleza, y aún en la constitución del hombre y está dirigida a todos los
hombres; sin ninguna limitación a alguna nación o grupo. Nos proyecta algunos
atributos de Dios.
(2) Revelación especial. Es aquella que se
manifiesta en la Palabra.
Nuestro enfoque, desde el punto de
vista de esta asignatura, buscará un nuevo acercamiento, de tal forma que
tengamos un marco de referencia para el quehacer hermenéutico.
La revelación como un proceso de
comunicación en la historia humana
Tradicionalmente no habría ninguna
objeción para aceptar que la revelación constituye un proceso de comunicación.
Es más, inmediatamente nos pondríamos a imaginar y diríamos que, si la
revelación es un proceso de comunicación (como en verdad lo es), Dios es el
emisor del mensaje y el hombre es el receptor.
Pero, esta perspectiva
unidireccional, no siempre hace justicia a lo que podríamos llamar la
“revelación como un proceso de comunicación”. Y cuando se habla de “proceso” se
refiere a interacción. No de un elemento dinámico (Dios), y de un elemento
pasivo (hombre). Sino, se refiere a un proceso activo, donde ambos tienen una
parte fundamental que realizar. Por supuesto, partimos del postulado básico de
que lo que conocemos de Dios, es aquello que Dios nos ha dado a conocer o
revelado.
Cuando hablamos de la revelación
como un proceso de comunicación, estamos sosteniendo que, en lo que respecta a la
Biblia, ella contiene la historia de la revelación de Dios y de su paulatina
comprensión por parte del hombre. La Biblia en sí, no nos transmite una
revelación elaborada o enlatada; sino más bien, los testimonios de ciertas
vivencias (de las revelaciones divinas, mediante discursos, relatos y toda la
serie de diferencias de estilo que tenemos en la Escritura).
Por supuesto, Dios no se reveló en
relatos, El se reveló en acontecimientos. Estos hechos históricos que fueron
vividos por individuos o grupos, fueron comprendidos, luego fueron
interpretados, y de esta manera (el hombre, el escritor o grupos de escritores),
al hacer la interpretación detectó en estos acontecimientos: “manifestaciones
de Dios”, “la acción de Dios”, “la actuación de Dios”.
Ahora, estas vivencias, al igual que
las reflexiones y los discursos inspirados,
fueron transmitidas, re-vividas, re-interpretadas, hasta que un día
fueron fijadas en escritos. Desde esta perspectiva, podemos establecer que “la
revelación es anterior a la Escritura de la Biblia”.
Los escritos bíblicos dan por
entendido que la revelación ya es conocida o asumida como algo dado, no que se
está expresando en el momento en que los escritores la están registrando. No
sucede como los periodistas de hoy en día, que registran al instante los
declaraciones de los entrevistados.
Eduardo Arens dice: “Los relatos y
los discursos en la Biblia centran su atención en la relación entre el hombre y
Dios, tal como el hombre creyente la ha ido comprendiendo y viviendo”.
Tomando en cuenta lo dicho, podemos
afirmar que la revelación no es una comunicación de verdades ya
pre-fabricadas, o de discursos ya elaborados, y que los escritores bíblicos lo
único que hacían eran trasladarlos a una forma actual. Sino que es la
manifestación de la naturaleza y propósitos de Dios que se expresan a través de
ciertos acontecimientos o eventos históricos. Es al hombre, entonces, o a
la comunidad de creyentes a quien le corresponde leer la presencia divina en
esos acontecimientos. El Espíritu de Dios guía al hombre a comprender su
significación (de los eventos históricos) y a interpretarlos correctamente.
El libro Explorando la fe
cristiana nos dice: “La Biblia ha sido denominada el Libro de los Hechos
de Dios, y su tema central es lo que Dios ha hecho. La revelación no es una
comunicación atemporal de ideas (es decir, no es una comunicación dada en el
aire), sino más bien es una narración de eventos que han ocurrido”.
A la luz de estas consideraciones,
debemos plantear una modificación en el esquema clásico que trata de explicar
el asunto de la revelación, que establece tres niveles:
DIOSð REVELACIÓNð ESCRITURA
|
Es un esquema secuencial mínimo que
de alguna manera logra que la revelación que Dios da, inmediatamente pase a
la Escritura o es registrada casi de manera simultánea. Más bien hay que ver a
la revelación como un proceso de comunicación que sigue un esquema distinto:
DIOS
ß
ACONTECIMIENTO
ß
COMPRENSIÓN E
INTERPRETACIÓN
ß
TRADICIÓN
ß
ESCRITURA
|
Según
este esquema, Dios se revela en un acontecimiento o eventos históricos. Estos
acontecimientos son comprendidos e interpretados, y van pasando por efecto de
la tradición (conjunto de vivencias que son transmitidas oralmente), y luego
que la comunidad de creyentes acepta esta comprensión e interpretación de
eventos como inspirados (el Espíritu de Dios actuó en esto), entonces los
tenemos registrados en la Escritura.
Los
acontecimientos fueron vistos como promesas, no como simples recuerdos. Para
los testigos directos de las experiencias narradas en los escritos bíblicos, el
Dios de Abraham, Isaac y Jacob, es el mismo Dios que sigue presente en la
historia. Por esto es garantía del futuro. Desde este punto de vista, el pasado
fue visto como promesa, y el presente como realización.
En
conclusión, la Biblia contiene la historia de la comprensión de la revelación
divina, por parte del hombre creyente, en un proceso de diálogo con su Dios, en
medio de un contexto determinado. Si observamos atentamente la Biblia,
descubrimos que de principio a fin se testimonia o se comunica lo que podríamos
llamar “la voluntad salvífica de Dios”, y la respuesta del hombre en
diferentes circunstancias que ahora sirven de modelo (ejemplo de Abraham,
Israel, etc.). La revelación es un diálogo entre Dios y el hombre y las
consecuencias de ese diálogo.
El
Dr. Juan Stam cita a otro autor que dice: “El arma poderosa con la que los
discípulos de Jesús salieron a conquistar el mundo, no fue una mera comprensión
de principios eternos, fue un mensaje histórico, una narración de algo que
había pasado recientemente, fue el mensaje ‘El ha resucitado’. El mundo,
entonces, había de ser redimido mediante la proclamación de ese evento”.
Esta
misma tónica la encontramos en la Escritura bíblica. 1 Juan 1:1-4 dice:
“Lo que era desde el principio, lo que
hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y
palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue
manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna,
la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído,
eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y
nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.
Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido”.
Es
interesante cómo Juan nos sintetiza aquí claramente el hecho de que la
revelación viene filtrada o mediada por un evento histórico. Lo último que se
hizo fue registrar por escrito.
Esto
lo confirma el Dr. Purkiser cuando dice: “Un hecho histórico llega a ser revelación
de Dios cuando se lo interpreta mediante el ojo de la fe”. Estas apreciaciones
son importantes para interpretar y exponer la Palabra de Dios adecuadamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario