La autoridad de la Biblia
Por
otro lado, el Dr. René Padilla dice: “La autoridad de la Biblia constituye sin
lugar a dudas el problema más complejo entre todos los problemas que plantea la
bibliología, puesto que plantea una gama de asuntos que varían desde la
naturaleza de la revelación hasta los principios de interpretación y la
aplicación del mensaje bíblico al mundo de hoy”.
También,
el Dr. Samuel Escobar opina: “Polémico, perseguido, manipulado, despreciado es
el Libro que llamamos “La Biblia”, sin embargo sigue teniendo una vigencia
increíble. Para millones es un Libro amado, respetado y considerado como
autoridad para un estilo de vida realmente revolucionario. Alguien habla en ese
Libro, alguien que también es el tema central en sus páginas. De ahí su
permanencia y también su pertinencia. Lo que ese Libro dice es actual en la era
de los misiles y las computadoras, como lo fue en la era de las armaduras
romanas o en los ejércitos del imperialismo persa”.
Con
razón el Dr. Arens se pregunta: “¿Qué hace que la Biblia tenga más autoridad
religiosa para judíos y cristianos que cualquier otro libro? ¿Qué hace precisamente
que los escritos de la Biblia, y no otros, sean irremplazablemente normativos
para la vida de fe? ¿Qué le da ese carácter de Libro sagrado a la Biblia? ¿Cuál
es su relación con Dios?”
Esto
nos confronta con el problema de autoridad de la Biblia. Este no es un tema que
goza de popularidad. Asimismo, debemos asumir con toda plenitud el criterio del
Dr. Taylor cuando expresa: “Se reconoce casi universalmente que la sociedad
occidental está atravesando una crisis de autoridad. La crisis se experimenta
en el Estado, en la escuela, en el hogar, hasta en la iglesia. La
desintegración y el desplome totales amenazan por donde quiera. Por esta razón
es absolutamente imperativo que los cristianos comprendan la naturaleza de
la autoridad de la Biblia y se sujeten a Ella inteligentemente, pero sin
reservas”.
A
la luz de estos planteamientos de diferentes teólogos, debemos explorar el tema
de la autoridad de la Biblia a la luz de tres aspectos fundamentales.
La
autoridad de la Biblia es de carácter relacional
Algo
tiene autoridad para alguien. La autoridad es reconocida como tal por alguien.
Siempre que hablamos del tema de la autoridad, estamos refiriéndonos a un tema
que involucra una relación entre personas, a través de ciertos elementos mediatorios.
Por ello, es importante que resaltemos el hecho de que la autoridad de la
Biblia está entrelazada con la autoridad del canon y la de la inspiración.
Desde este punto de vista debemos
hacer una diferenciación entre el canon y la inspiración. La canonicidad fue la
ratificación oficial de la autoridad de la Biblia y el reconocimiento de su
inspiración divina.
Cuando hablamos de la “autoridad de la
Biblia”, estamos haciendo referencia a una relación en la cual el “texto” es
autoritativo, porque se asume que detrás de ese texto, o en la textura de ese
relato es Dios quien está hablando. Al asumirse esa verdad, la iglesia lo
acepta, y consiguientemente “yo” como individuo que soy parte de ella,
reconozco la autoridad del texto bíblico porque es Palabra de Dios.
Por
otro lado, en la “inspiración” tenemos una relación un tanto distinta. Se
relacionan tres elementos: Dios, autor, texto. Este texto se lo asume como
inspirado, como que contiene un mensaje divino, en la medida que se acepta que
el autor está reflejando, a través de su comprensión de un determinado evento,
lo que realmente lo hace instrumento de Dios.
Desde
este punto de vista la Biblia tiene autoridad para el creyente por cuanto es
parte integral de su fe. La fe del creyente es en el Dios del que habla la
Biblia, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, de los profetas y de Jesús de
Nazaret. La Biblia tiene autoridad en cuanto conduce a la relación de fe entre
Dios y el hombre, pues muestra el camino de la salvación. Por eso nuestra fe no
es una “fe en la Biblia” (libro), sino en lo que ésta comunica de Aquel que
trata de mostrarse, autorevalarse en Ella (Dios). El es real. El no se deja
manipular ni controlar. Es Aquel que misericordiosamente anhela la salvación y
el bien último del hombre por medio de la reconciliación con El.
La
fe existió antes de que se escribiese un solo libro de la Biblia. Más bien,
mediante los escritos bíblicos se dio a la fe una expresión comunicable.
La
autoridad divina se evidencia en el hecho de que con frecuencia, incluso los
profetas citan las palabras Jehová (“y Jehová dijo”, “vino Palabra de Jehová a
mí diciendo”). Esto muestro que los escritos bíblicos reposaban en la autoridad
de Dios mismo; no en la autoridad del profeta, ni siquiera del evento que se
estaba describiendo. Jesús mismo lo confirmó en Marcos 7:13 ss.; Mateo 4 (lo
escrito es Palabra de Dios y tiene autoridad); 2 Pedro 1:20-21; Lucas 9:1; 2
Corintios 10:8.
La
autoridad de la Biblia no es autónoma sino derivada
La
Biblia no tiene autoridad por el hecho de ser un libro. La autoridad de la
Biblia no reside no siquiera en los acontecimientos que relata, ni en las
palabra que transcribe, sino en el hecho de que aquello es relatado o trascrito
tiene su fundamento en Alguien (Dios) cuya autoridad en última instancia la
reconocemos.
Por
ejemplo, supongamos que el Presidente de la República de un país visita una
comunidad cualquiera y ahí da un discurso. Al día siguiente los periódicos van
a recopilar los hechos y van a informar, con diferentes detalles, de tal manera
que los ponen al alcance de aquellos que no se encontraban en el evento como
tal. Ahora, la autoridad de esta palabra no reside en el prestigio del diario,
ni en la forma del periódico, reside en la autoridad de quien ha dado el
discurso. Esas palabras tienen valor, no porque las dice el diario, sino porque
las dijo el Presidente de la República.
Si
trasladamos esta ilustración al hecho de la Biblia, vamos a darnos cuenta
que Ella también nos remite a los
acontecimientos mismos y éstos, a la vez, tienen una causa primera, que es la
que les da la autoridad, que es Dios. Al respecto nos ayuda el siguiente
esquema:
AUTOR ACONTECIMIENTO RELATO
DIOS
|
HECHOS Y
DICHOS
|
BIBLIA
|
-----------> --------------------------->
Testimonio
¯ ¯
Revelación en sí
Revelación
Transmitida
En
este caso, tenemos “la Biblia” que es el “relato”. Este relato fue puesto en
forma escrita luego de un período en que se transmitió como un “testimonio”,
muchas veces oral. Era testimonio de una “vivencia”, que descansaba en la
comprensión de ciertos “hechos y dichos” o “discursos” que se daban a la luz de
un “acontecimiento histórico”, que constituye la “revelación en sí”. Este
acontecimiento tiene como respaldo o garantía, detrás de él, a “Dios”, “el
Autor”.
Hay
que notar el arco o distancia que existe entre “Dios”; el “autor de la revelación”,
y por supuesto, “la autoridad”; y la “Biblia” que es la “revelación
transmitida”. Dios se revela en
acontecimientos (dichos y hechos), que es la revelación en sí. Los autores
bíblicos experimentan las vivencias o reciben el testimonio de una vivencia que
ha sido experimentada en un tiempo en que ellos no han sido partícipes, y
trasladan o interpretan este acontecimiento, desde la perspectiva de la fe, por
su creencia en Dios; entonces escriben a manera de un relato lo que conocemos
como Biblia, que es la revelación transmitida. Por eso decimos que la autoridad
de la Biblia es derivada, no autónoma.
La
autoridad de la Biblia es teológica
Esto es fundamental. Quiere decir que la
autoridad de la Biblia se sitúa al nivel de la significación e importancia de
su contenido para el hombre, y no a nivel histórico. En otras palabras, se
recurre a la Biblia como autoridad porque los relatos que ha preservado son
significativos para el ser humano; porque aquello de lo que habla concierne al
presente y al futuro del hombre, y no por el sólo hecho de haber preservado
recuerdos del pasado.
Es
decir, la Biblia tiene autoridad, no por el hecho de ser una recopilación de
historias pasadas, sino porque esos relatos que ha preservado tienen una
significación vigente para el hombre de hoy.
Desde
este punto de vista, la autoridad de la Biblia es teológica (tratado de Dios
para el modo de comportarse del hombre- ámbito de la fe), no es científica ni
histórica. Por lo tanto, esta autoridad expresa su plena vigencia en el ámbito
de la fe.
Cuando
algunas personas quieren confrontar el mensaje de la Biblia con una exactitud
científica, están equivocando los terrenos. El contenido de la Biblia se puede
relacionar con cualquier hombre en cualquier momento; es susceptible de
transposición a un nuevo contexto histórico.
La
Biblia presenta preguntas de Dios al hombre. Son preguntas que exigen
respuestas hoy, como las exigió ayer y como lo hará en el futuro. Son preguntas
válidas en cualquier situación y en cualquier momento; preguntas sobre el
sentido y el fundamento de la existencia; preguntas sobre su relación con el
Creador y sus semejantes; preguntas sobre el destino del hombre.
La
Biblia demuestra su autoridad por cuanto es capaz de cuestionar seriamente al
hombre, de serle una instancia crítica. La Biblia critica la arrogancia del
hombre, el egoísmo, la tendencia de querer manipular a Dios, la tendencia a
cualquier tipo de idolatría; ve al hombre en relación con Dios que es soberano
y misericordioso.
La
distancia histórica y temporal, las diferencias culturales y conceptuales. El
hecho de que no responde directamente a muchos problemas actuales, son algunos
indicios de las limitaciones de la Biblia, que no invalidan su mensaje, más
bien nos reafirman en el hecho de que la autoridad de la Biblia no está en el
terreno de la exactitud científica o histórica, sino en el terreno de la fe. Es
una autoridad, por lo tanto, teológica.
Los
acontecimientos y personajes pertenecen al pasado, pero en éstos el hombre
moderno puede sentirse cuestionado, y hallar respuestas apropiadas para las
vivencias contemporáneas.
La autoridad de la Biblia por ser
teológica no se puede comprobar científicamente, pero sí por el impacto y
eficacia que esta ha tenido en la vida de los hombres a través de los tiempos.
Entonces, la autoridad de la Biblia es inseparable del reconocimiento de su
naturaleza, y al final de cuentas, de Dios mismo como su fuente.
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