lunes, 22 de abril de 2013

¿Cómo Empezar a Investigar?


¿Cómo Empezar a  Investigar?


La era de la información está transformando la educación al introducir nuevas tecnologías que posibilitan el intercambio masivo de datos e informaciones y haciendo posible otras relaciones de poder y de ciudadanía.


Para enfrentar esos desafíos generadores de nuevos objetos y acontecimientos debemos estudiarlos dentro y fuera del aula de clase. La investigación pedagógica y educativa se convierte en un estímulo para gestionar cambios y limitar las consecuencias no deseadas que pueden provocar.


Nos gustaría enfatizar en la investigación orientada a estudiar propuestas exitosas de cómo se han enfrentado esos cambios, en vez de continuar agregando artículos a la lista de causa de las problemáticas educativas.


Si el docente quiere transmitir la pasión por la investigación tiene él mismo que ser investigador. De otra manera viene a ser un címbalo, que hace bulla nada más. Una ayuda valiosa es la de asumir un compromiso afectivo y racional con el quehacer investigador. No se puede enseñar a investigar si el investigador nunca ha realizado una investigación.


Ésta es la primera decisión a la que se enfrenta el investigador; encuentra varias alternativas que debe sopesar, según la propia experiencia. A veces se sugiere comenzar por una idea que aunque muy vaga, poco a poco se irá aclarando. En otras ocasiones se recorta un área problemática, donde estarán ubicadas las preocupaciones iniciales y desde allí se irán concretando los siguientes pasos.


Se va a desarrollar esta segunda alternativa iniciándola con el grado cero de la investigación. Por ejemplo, se puede tener en mente que nuestro interés es la deserción escolar, un plan de racionalización de la educación, la evaluación y el desarrollo de competencias. Se propone dejar de momento estas preocupaciones  iniciales para darse el tiempo necesario y colocarlas en un contexto donde pueda producir mejores hallazgos.


Es de mayor interés que para comenzar se realice la operación de separar el problema del objeto[1] donde éste se manifiesta. Toda investigación científica se realiza sobre un objeto. El físico que estudia la velocidad, tiene como su objeto automóvil; el químico que estudia la riqueza nutritiva tiene como su objeto el alimento y el educador o pedagogo que investiga, desarrolla su reflexión – acción con objetos como la enseñanza, la evaluación, el currículo, el aprendizaje.  Según Mario Bunge:” Un objeto es, en efecto, todo lo que es o puede ser tema del pensamiento o de la acción. Las cosas y sus propiedades son objetos[2]”.  Entonces es importante definir el objeto de estudio de cada ciencia en particular para que su abordaje sea lo más significativo.



[1] En palabras de Carvajal, se entiende por objeto de investigación todo sistema del mundo material o de la sociedad, cuya estructura o proceso presenta al hombre una necesidad por superar, es decir, un problema de investigación  1991
[2] Mario Bunge.  Metodología de la investigación  1972

Diferencia entre Tesis y Proyecto de Grado


Diferencia entre Tesis y Proyecto de Grado

 Con la dinámica social y los cambios que ocurren en algunos contextos con relación a los procesos de titulación surge la necesidad de presentar la diferencia entre Tesis y proyecto, Según el reglamento las instituciones de educación superior tienen que indicar a los estudiantes que deben realizar un trabajo de grado, en algunas instituciones tiene bien definido como tesis; mientras que en otras; proyecto de investigación, en algunos casos lo dejan al criterio de sus egresados para que se presenta un seminario que debe ser aprobado.  Es por ese motivo que se trata de presentar algunas definiciones conceptuales sobre lo que es la Tesis de grado y el Proyecto de investigación.

 ¿Qué es un Proyecto de Grado?

 De igual manera el proyecto de grado es un documento de carácter académico y como su nombre lo indica es la presentación de una propuesta de carácter operativo de ahí que se manifieste que el proyecto es un documento de análisis teórico filosófico y operacional.

 ¿Qué  es una Tesis de Grado?

 La Tesis de grado es un documento de carácter académico de investigación referente  a un tema que se desea investigar. La tesis de grado es de carácter exclusivamente teórico,  se puede decir que es un análisis teórico y filosófico.

Una tesis es un trabajo de investigación, un informe que concierne a un problema o conjunto de problemas en un área definida de la ciencia y debe explicar lo que se sabe de él previamente, lo que se hacía para resolverlo, lo que sus resultados significan, y dónde o cómo se pueden proponer progresos, más allá del campo delimitado por el trabajo[1].

 Consejos para emprender una tesis

A veces se nos dificulta un poco decidir por dónde empezar a hacer la tesis o cómo darle forma al tema que tenemos en mente. Por eso, aquí te dejamos algunos consejos que te serán útiles al emprender esta tarea.

Uno de los momentos más importantes en la vida universitaria es la realización de la tesis para obtener el título de licenciado y, así, ir avanzando dentro de la gran variedad de opciones que hay entre Maestrías, Doctorados, MBA y otros. Por eso, aquí te dejamos unos consejos que debes tomar en cuenta al momento de realizar tu tesis:

Conocer las exigencias de investigación de su universidad

Las exigencias varían según la institución de estudios; evite embarcarse en una tesis con características que no admite o pide la universidad. Antes de empezar, le recomiendo conseguir la pauta o reglamento de tesis y leerlo detenidamente. Investigue cuál es, o son los dominios de la universidad. 

Consulte las líneas de investigación de la Carrera

Una línea de investigación es el conjunto de objetivos socioeconómicos propios del desarrollo y que están englobados en el contexto de las ciencias y tecnologías propias del conocimiento humano. 

En las estrategias de investigación, la identificación de aquellas áreas que son prioritarias para el desarrollo del país y que se encuentre inmersas en el plan de desarrollo y los objetivos de la Universidad.



[1] Normas APA Tesis de Grado.

La autoridad de la Biblia


La autoridad de la Biblia

 
           El Dr. Richard Taylor en el prefacio de su obra Autoridad bíblica y fe cristiana cita un párrafo de la revista Cristianity To Day donde afirma: “Probablemente el tema que más despierta las emociones en el escenario contemporáneo sea el de la naturaleza precisa de la autoridad bíblica, en particular el de la calidad inerrable de la Biblia junto con la pregunta sobre cómo debemos usarla para desarrollar una teología válida y normativa”.

            Por otro lado, el Dr. René Padilla dice: “La autoridad de la Biblia constituye sin lugar a dudas el problema más complejo entre todos los problemas que plantea la bibliología, puesto que plantea una gama de asuntos que varían desde la naturaleza de la revelación hasta los principios de interpretación y la aplicación del mensaje bíblico al mundo de hoy”.

            También, el Dr. Samuel Escobar opina: “Polémico, perseguido, manipulado, despreciado es el Libro que llamamos “La Biblia”, sin embargo sigue teniendo una vigencia increíble. Para millones es un Libro amado, respetado y considerado como autoridad para un estilo de vida realmente revolucionario. Alguien habla en ese Libro, alguien que también es el tema central en sus páginas. De ahí su permanencia y también su pertinencia. Lo que ese Libro dice es actual en la era de los misiles y las computadoras, como lo fue en la era de las armaduras romanas o en los ejércitos del imperialismo persa”.

            Con razón el Dr. Arens se pregunta: “¿Qué hace que la Biblia tenga más auto­ridad religiosa para judíos y cristianos que cualquier otro libro? ¿Qué hace precisa­mente que los escritos de la Biblia, y no otros, sean irremplazablemente normativos para la vida de fe? ¿Qué le da ese carácter de Libro sagrado a la Biblia? ¿Cuál es su relación con Dios?”

            Esto nos confronta con el problema de autoridad de la Biblia. Este no es un tema que goza de popularidad. Asimismo, debemos asumir con toda plenitud el criterio del Dr. Taylor cuando expresa: “Se reconoce casi universalmente que la sociedad occi­dental está atravesando una crisis de autoridad. La crisis se experimenta en el Estado, en la escuela, en el hogar, hasta en la iglesia. La desintegración y el desplome totales amenazan por donde quiera. Por esta razón es absolutamente impe­ra­tivo que los cris­tia­nos comprendan la naturaleza de la autoridad de la Biblia y se sujeten a Ella inteligentemente, pero sin reservas”.

            A la luz de estos planteamientos de diferentes teólogos, debemos explorar el tema de la autoridad de la Biblia a la luz de tres aspectos fundamentales.

 

                                   La autoridad de la Biblia es de carácter relacional

            Algo tiene autoridad para alguien. La autoridad es reconocida como tal por alguien. Siempre que hablamos del tema de la autoridad, estamos refiriéndonos a un tema que involucra una relación entre personas, a través de ciertos elementos media­torios. Por ello, es importante que resaltemos el hecho de que la autoridad de la Biblia está entrelazada con la autoridad del canon y la de la inspiración.
            Desde este punto de vista debemos hacer una diferenciación entre el canon y la inspiración. La canonicidad fue la ratificación oficial de la autoridad de la Biblia y el reconocimiento de su inspiración divina.


Cuando hablamos de la “autoridad de la Biblia”, estamos haciendo referencia a una relación en la cual el “texto” es autoritativo, porque se asume que detrás de ese texto, o en la textura de ese relato es Dios quien está hablando. Al asumirse esa verdad, la iglesia lo acepta, y consiguientemente “yo” como individuo que soy parte de ella, reconozco la autoridad del texto bíblico porque es Palabra de Dios.

            Por otro lado, en la “inspiración” tenemos una relación un tanto distinta. Se relacionan tres elementos: Dios, autor, texto. Este texto se lo asume como inspirado, como que contiene un mensaje divino, en la medida que se acepta que el autor está reflejando, a través de su comprensión de un determinado evento, lo que realmente lo hace instrumento de Dios.

            Desde este punto de vista la Biblia tiene autoridad para el creyente por cuanto es parte integral de su fe. La fe del creyente es en el Dios del que habla la Biblia, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, de los profetas y de Jesús de Nazaret. La Biblia tiene autoridad en cuanto conduce a la relación de fe entre Dios y el hombre, pues muestra el camino de la salvación. Por eso nuestra fe no es una “fe en la Biblia” (libro), sino en lo que ésta comunica de Aquel que trata de mostrarse, autorevalarse en Ella (Dios). El es real. El no se deja manipular ni controlar. Es Aquel que misericordiosamente anhela la salvación y el bien último del hombre por medio de la reconciliación con El.

            La fe existió antes de que se escribiese un solo libro de la Biblia. Más bien, mediante los escritos bíblicos se dio a la fe una expresión comunicable.

            La autoridad divina se evidencia en el hecho de que con frecuencia, incluso los profetas citan las palabras Jehová (“y Jehová dijo”, “vino Palabra de Jehová a mí diciendo”). Esto muestro que los escritos bíblicos reposaban en la autoridad de Dios mismo; no en la autoridad del profeta, ni siquiera del evento que se estaba describiendo. Jesús mismo lo confirmó en Marcos 7:13 ss.; Mateo 4 (lo escrito es Palabra de Dios y tiene autoridad); 2 Pedro 1:20-21; Lucas 9:1; 2 Corintios 10:8.

 

                             La autoridad de la Biblia no es autónoma sino derivada

 

            La Biblia no tiene autoridad por el hecho de ser un libro. La autoridad de la Biblia no reside no siquiera en los acontecimientos que relata, ni en las palabra que transcribe, sino en el hecho de que aquello es relatado o trascrito tiene su funda­mento en Alguien (Dios) cuya autoridad en última instancia la reconocemos.

            Por ejemplo, supongamos que el Presidente de la República de un país visita una comunidad cualquiera y ahí da un discurso. Al día siguiente los periódicos van a recopilar los hechos y van a informar, con diferentes detalles, de tal manera que los ponen al alcance de aquellos que no se encontraban en el evento como tal. Ahora, la autoridad de esta palabra no reside en el prestigio del diario, ni en la forma del periódico, reside en la autoridad de quien ha dado el discurso. Esas palabras tienen valor, no porque las dice el diario, sino porque las dijo el Presidente de la República.

            Si trasladamos esta ilustración al hecho de la Biblia, vamos a darnos cuenta que  Ella también nos remite a los acontecimientos mismos y éstos, a la vez, tienen una causa primera, que es la que les da la autoridad, que es Dios. Al respecto nos ayuda el siguiente esquema:

 
 

     AUTOR                            ACONTECIMIENTO                                                RELATO

  DIOS
0

    HECHOS Y
      DICHOS

BIBLIA
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 Vivencia


  ----------->                                 --------------------------->

                                                                                                                             Testimonio

    ¯                                                    ¯

                                              

  Revelación en sí                       Revelación                                                       Transmitida

 

            En este caso, tenemos “la Biblia” que es el “relato”. Este relato fue puesto en forma escrita luego de un período en que se transmitió como un “testimonio”, muchas veces oral. Era testimonio de una “vivencia”, que descansaba en la comprensión de ciertos “hechos y dichos” o “discursos” que se daban a la luz de un “acontecimiento histórico”, que constituye la “revelación en sí”. Este acontecimiento tiene como respaldo o garantía, detrás de él, a “Dios”, “el Autor”.

            Hay que notar el arco o distancia que existe entre “Dios”; el “autor de la reve­lación”, y por supuesto, “la autoridad”; y la “Biblia” que es la “revelación transmitida”.  Dios se revela en acontecimientos (dichos y hechos), que es la revelación en sí. Los autores bíblicos experimentan las vivencias o reciben el testimonio de una vivencia que ha sido experimentada en un tiempo en que ellos no han sido partícipes, y trasladan o interpretan este acontecimiento, desde la perspectiva de la fe, por su creencia en Dios; entonces escriben a manera de un relato lo que conocemos como Biblia, que es la revelación transmitida. Por eso decimos que la autoridad de la Biblia es derivada, no autónoma.

                                             La autoridad de la Biblia es teológica

           

Esto es fundamental. Quiere decir que la autoridad de la Biblia se sitúa al nivel de la significación e importancia de su contenido para el hombre, y no a nivel histórico. En otras palabras, se recurre a la Biblia como autoridad porque los relatos que ha preservado son significativos para el ser humano; porque aquello de lo que habla concierne al presente y al futuro del hombre, y no por el sólo hecho de haber preservado recuerdos del pasado.

            Es decir, la Biblia tiene autoridad, no por el hecho de ser una recopilación de historias pasadas, sino porque esos relatos que ha preservado tienen una significación vigente para el hombre de hoy.

            Desde este punto de vista, la autoridad de la Biblia es teológica (tratado de Dios para el modo de comportarse del hombre- ámbito de la fe), no es científica ni histórica. Por lo tanto, esta autoridad expresa su plena vigencia en el ámbito de la fe.

            Cuando algunas personas quieren confrontar el mensaje de la Biblia con una exactitud científica, están equivocando los terrenos. El contenido de la Biblia se puede relacionar con cualquier hombre en cualquier momento; es susceptible de transposición a un nuevo contexto histórico.

            La Biblia presenta preguntas de Dios al hombre. Son preguntas que exigen respuestas hoy, como las exigió ayer y como lo hará en el futuro. Son preguntas válidas en cualquier situación y en cualquier momento; preguntas sobre el sentido y el funda­mento de la existencia; preguntas sobre su relación con el Creador y sus semejantes; preguntas sobre el destino del hombre.

            La Biblia demuestra su autoridad por cuanto es capaz de cuestionar seriamente al hombre, de serle una instancia crítica. La Biblia critica la arrogancia del hombre, el egoísmo, la tendencia de querer manipular a Dios, la tendencia a cualquier tipo de idolatría; ve al hombre en relación con Dios que es soberano y misericordioso.

            La distancia histórica y temporal, las diferencias culturales y conceptuales. El hecho de que no responde directamente a muchos problemas actuales, son algunos indicios de las limitaciones de la Biblia, que no invalidan su mensaje, más bien nos reafirman en el hecho de que la autoridad de la Biblia no está en el terreno de la exactitud científica o histórica, sino en el terreno de la fe. Es una autoridad, por lo tanto, teológica.

            Los acontecimientos y personajes pertenecen al pasado, pero en éstos el hom­bre moderno puede sentirse cuestionado, y hallar respuestas apropiadas para las vivencias contemporáneas.
            La autoridad de la Biblia por ser teológica no se puede comprobar científica­mente, pero sí por el impacto y eficacia que esta ha tenido en la vida de los hombres a través de los tiempos. Entonces, la autoridad de la Biblia es inseparable del reconocimiento de su naturaleza, y al final de cuentas, de Dios mismo como su fuente.



 

La revelación y la inspiración


La revelación y la inspiración

            Este tema será ampliamente tratado en el curso “Teología I”. Sin embargo, el trato que se le dé en tal curso, que plantea un desarrollo doctrinal sistemático, no cubre el enfoque que se le puede dar desde el punto de vista hermenéutico. Es por ello que decidimos tratar los temas de la revelación, la inspiración, y posteriormente, la autoridad de la Biblia, aplicándolos funcionalmente a la tarea hermenéutica.

            Tradicionalmente la teología sistemática o “dogmática”, se ha acercado al estudio de la revelación clasificándola en dos categorías:

 

            (1) Revelación general. Es la que se da en la naturaleza, y aún en la constitución del hombre y está dirigida a todos los hombres; sin ninguna limitación a alguna nación o grupo. Nos proyecta algunos atributos de Dios.

            (2) Revelación especial. Es aquella que se manifiesta en la Palabra.

            Nuestro enfoque, desde el punto de vista de esta asignatura, buscará un nuevo acercamiento, de tal forma que tengamos un marco de referencia para el quehacer hermenéutico.

 

               La revelación como un proceso de comunicación en la historia humana

           

            Tradicionalmente no habría ninguna objeción para aceptar que la revelación constituye un proceso de comunicación. Es más, inmediatamente nos pondríamos a imaginar y diríamos que, si la revelación es un proceso de comunicación (como en verdad lo es), Dios es el emisor del mensaje y el hombre es el receptor.

            Pero, esta perspectiva unidireccional, no siempre hace justicia a lo que po­dríamos llamar la “revelación como un proceso de comunicación”. Y cuando se habla de “proceso” se refiere a interacción. No de un elemento dinámico (Dios), y de un elemento pasivo (hombre). Sino, se refiere a un proceso activo, donde ambos tie­nen una parte fundamental que realizar. Por supuesto, partimos del postulado básico de que lo que conocemos de Dios, es aquello que Dios nos ha dado a conocer o revelado.

            Cuando hablamos de la revelación como un proceso de comunicación, estamos sosteniendo que, en lo que respecta a la Biblia, ella contiene la historia de la revelación de Dios y de su paulatina comprensión por parte del hombre. La Biblia en sí, no nos transmite una revelación elaborada o enlatada; sino más bien, los testimonios de ciertas vivencias (de las revelaciones divinas, mediante discursos, relatos y toda la serie de diferencias de estilo que tenemos en la Escritura).

           

            Por supuesto, Dios no se reveló en relatos, El se reveló en acontecimientos. Estos hechos históricos que fueron vividos por individuos o grupos, fueron compren­didos, luego fueron interpretados, y de esta manera (el hombre, el escritor o grupos de escri­tores), al hacer la interpretación detectó en estos acontecimientos: “manifestaciones de Dios”, “la acción de Dios”, “la actuación de Dios”.

            Ahora, estas vivencias, al igual que las reflexiones y los discursos inspirados,  fueron transmitidas, re-vividas, re-interpretadas, hasta que un día fueron fijadas en escritos. Desde esta perspectiva, podemos establecer que “la revelación es anterior a la Escritura de la Biblia”.

            Los escritos bíblicos dan por entendido que la revelación ya es conocida o asu­mida como algo dado, no que se está expresando en el momento en que los escritores la están registrando. No sucede como los periodistas de hoy en día, que registran al instante los declaraciones de los entrevistados.

            Eduardo Arens dice: “Los relatos y los discursos en la Biblia centran su atención en la relación entre el hombre y Dios, tal como el hombre creyente la ha ido compren­diendo y viviendo”.

            Tomando en cuenta lo dicho, podemos afirmar que la revelación no es una co­mu­nicación de verdades ya pre-fabricadas, o de discursos ya elaborados, y que los escritores bíblicos lo único que hacían eran trasladarlos a una forma actual. Sino que es la manifestación de la naturaleza y propósitos de Dios que se expresan a través de ciertos acontecimientos o eventos históricos. Es al hombre, entonces, o a la comuni­dad de creyentes a quien le corresponde leer la presencia divina en esos aconteci­mientos. El Espíritu de Dios guía al hombre a comprender su significación (de los eventos histó­ricos) y a interpretarlos correctamente.

            El libro Explorando la fe cristiana nos dice: “La Biblia ha sido denominada el Li­bro de los Hechos de Dios, y su tema central es lo que Dios ha hecho. La revelación no es una comunicación atemporal de ideas (es decir, no es una comunicación dada en el aire), sino más bien es una narración de eventos que han ocurrido”.

            A la luz de estas consideraciones, debemos plantear una modificación en el es­que­ma clásico que trata de explicar el asunto de la revelación, que establece tres niveles:

 

DIOSð                                               REVELACIÓNð                     ESCRITURA

 

            Es un esquema secuencial mínimo que de alguna manera logra que la reve­la­ción que Dios da, inmediatamente pase a la Escritura o es registrada casi de manera simultánea. Más bien hay que ver a la revelación como un proceso de comunicación que sigue un esquema distinto:

 

DIOS
ß
ACONTECIMIENTO
ß
COMPRENSIÓN E
INTERPRETACIÓN
ß
TRADICIÓN
ß
ESCRITURA

 

            Según este esquema, Dios se revela en un acontecimiento o eventos históricos. Estos acontecimientos son comprendidos e interpretados, y van pasando por efecto de la tradición (conjunto de vivencias que son transmitidas oralmente), y luego que la comunidad de creyentes acepta esta comprensión e interpretación de eventos como inspirados (el Espíritu de Dios actuó en esto), entonces los tenemos registrados en la Escritura.

            Los acontecimientos fueron vistos como promesas, no como simples recuerdos. Para los testigos directos de las experiencias narradas en los escritos bíblicos, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, es el mismo Dios que sigue presente en la historia. Por esto es garantía del futuro. Desde este punto de vista, el pasado fue visto como promesa, y el presente como realización.

            En conclusión, la Biblia contiene la historia de la comprensión de la revelación divina, por parte del hombre creyente, en un proceso de diálogo con su Dios, en medio de un contexto determinado. Si observamos atentamente la Biblia, descubrimos que de principio a fin se testimonia o se comunica lo que podríamos llamar “la voluntad salví­fica de Dios”, y la respuesta del hombre en diferentes circunstancias que ahora sirven de modelo (ejemplo de Abraham, Israel, etc.). La revelación es un diálogo entre Dios y el hombre y las consecuencias de ese diálogo.

            El Dr. Juan Stam cita a otro autor que dice: “El arma poderosa con la que los discípulos de Jesús salieron a conquistar el mundo, no fue una mera comprensión de principios eternos, fue un mensaje histórico, una narración de algo que había pasado recientemente, fue el mensaje ‘El ha resucitado’. El mundo, entonces, había de ser redimido mediante la proclamación de ese evento”.

            Esta misma tónica la encontramos en la Escritura bíblica. 1 Juan 1:1-4 dice:

 

“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anuncia­mos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido”.

 

            Es interesante cómo Juan nos sintetiza aquí claramente el hecho de que la revelación viene filtrada o mediada por un evento histórico. Lo último que se hizo fue registrar por escrito.

            Esto lo confirma el Dr. Purkiser cuando dice: “Un hecho histórico llega a ser reve­lación de Dios cuando se lo interpreta mediante el ojo de la fe”. Estas aprecia­ciones son importantes para interpretar y exponer la Palabra de Dios adecuadamente.