QUÉ ES HOMILÉTICA?
La definición anterior sugiere
tres cosas: Primero, la homilética de las reglas necesarias para la selección y
organización del material para el mensaje: segundo, presenta los métodos para
convencer a los oyentes, y tercero, se relaciona especialmente con el mensaje
basado en la Biblia.
¿QUÉ ES UN
MENSAJE?
Un mensaje consiste en las
verdades dadas por Dios al predicador, y la misión de transmitirlas al pueblo
de acuerdo a sus necesidades. Por lo
tanto, el verdadero mensaje no es lo que el predicador inventa o determina
decir por su propia
cuenta, sino la presentación de la voluntad
de Dios. En el Antiguo Testamento los
profetas fueron los predicadores al pueblo de Israel. Siempre que presentaron
sus mensajes dijeron: vino a mi palabra
de Jehová diciendo... Son las mismas
palabras de Dios puestas en la boda de sus siervos, las cuales están obligados
a comunicar.
Cuando el mensaje es extraído de
la Biblia, el predicador puede decir: Esta
es palabra de Dios. Este mensaje es
bíblico por que su fuente es la Biblia.
El fiel predicador deriva sus mensajes de ella. Sólo el mensaje bíblico puede satisfacer
plenamente las necesidades de los oyentes.
La tarea del predicador tiene que ver con la aplicación de esta clase de
mensaje a las necesidades de su congregación.
Por esta razón, es indispensable que el predicador conozca profundamente
cuáles son las necesidades de su iglesia.
¿QUÉ ES PREDICAR?
La predicación es el acto de
comunicar verbalmente la verdad de Dios al pueblo, con el fin de convencerlo de
su necesidad de conocer y seguir a Cristo con fidelidad. Por esta razón, un artículo no es una
predicación. La predicación demanda de
una personalidad por medio de la cual se presenta el mensaje divino. El fin supremo de la predicación es el de
convencer. No tiene valor el pararse
detrás de un púlpito y predicar, si el propósito no es el de convencer.
B. HERALDO
Es un heraldo (proclamador) de
las Buenas Nuevas del Rey. Su función es comunicar lo que Dios ha hecho (Los
hechos objetivos del evangelio) en Cristo Jesús para la redención del hombre.
Para el efecto, no sólo comunica sino que espera una respuesta a su llamado.
C. TESTIGO
D. PADRE
Es un siervo mediante el cual
Dios obra y comunica su Palabra. Su característica paradójica es el estar
investido del poder de Dios para servir en el ministerio de la Palabra. Tal
poder, lo halla en la Palabra de Dios, en el paradigma de la Cruz de Cristo y
en el Espíritu Santo. Por tales razones, se viste de cualidades tales como: la
santidad y la humildad.
TIPOS DE PREDICADORES
A. EL PREDICADOR- “PALABRA”.
E. EL PREDICADOR- “ALMIDÓN”.
Este va siempre cerca del anterior. Es más
tieso y más artificial que un cadáver embalsamado. Le gustaría predicar
teniendo siempre al frente un espejo de tamaño natural. La voz la transforma al
llegar al púlpito. Adquiere el "tono santo", o el acento de misionero
americano. Las "eles" intermedias se la llenan de aire. Y dice
"alma" cuando quiere decir sencillamente "alma"... Por lo
general ensaya, antes de predicar, los ademanes que va a hacer. levanta los
brazos a altura siempre prefijada. La sonrisa, no importa que no venga al caso,
es también objeto de ensayo previo. Si usted le oye repetir un sermón, podrá
adivinarle los ademanes antes de que lleguen. Han sido tan bien ensayados que
no fallarán. No le importa el mensaje -tal vez no tenga- pero sí le importa la
inflexión de la voz, y lo teatral de l ademán, y lo dramático de la pausa, lo
intenso de su mirada. Es el predicador "made in Hollywood". Cuando
termina, el pueblo dice: "¡Qué lindo habla y qué bien predica...!"
Todo en él está almidonado: desde el cuello de la camisa, hasta la garganta.
F. EL PREDICADOR- “ELECTRÓNICO”.
Este no confía en el Espíritu Santo y todo lo
ha calculado de antemano. Es electrónico en la precisión humanista con que todo
lo prevé. La asistencia al culto la calcula sobre la base de una propaganda
"científica". Todo se analiza y detalla de modo que "nada
falle". Hasta las luces que van a caer sobre el predicador se miden y
calculan. Su entrada al "teatro" -si, teatro; no santuario- es
dramática y hecha en un momento especial para que, a partir de ese momento, el
sea el centro de todo el culto. Es el predicador que no se arriesga y tiene su
equipo bien organizado para que su prestigio no sufra y casi se garantiza de
antemano el numero de "profesiones de fe". Todo en su organización trabaja
como si fuera una maquina IBM y el trabajo del Espíritu de Dios -que es
sorpresa, aventura, cosa inesperada e incalculable- no se tiene en cuenta.
Cuando termina de hablar, el pueblo dice: "!Que bien organizado estuvo
todo, que bonito cuando el predicador entro al culto. Nada fallo y hubo cientos
que se entregaron...". Queda, no el recuerdo ni el impacto de Cristo, sino
el de una super-engrasada super-estructura humana.
G. EL PREDICADOR - “MASAJISTA”.
Este debió haber nacido en Suecia, para que el
mensaje fuera sueco. No predica. Lanza "motas de algodón" o pastillas
de sedantes desde el púlpito. Sus frases son pastillas de aspirinas
glorificadas. Sus ilustraciones son como éter: duermen al pueblo, no de
aburrimiento, sino de falsa paz. Por lo general es baboso, sensiblero, inventor
de anécdotas que no ocurrieron. Es humanista en el fondo. Más que proclamar lo
que Dios hace por el hombre, proclama lo que el hombre puede hacer por sí mismo
y hasta en favor de Dios. Su "predicación" carece de virilidad
desafiante del Evangelio. Es oblicuo y almibarado. Más que profeta de Dios,
parece redactor de un consultorio amoroso en un periódico local. Cuando
termina, unos salen indignados del culto, y otros dicen: "!Que bien me
siento. Parece como si me hubieran puesto una inyección de morfina...". Y
otros recuerdan el dictum lenninista de que la religión es opio. Y piensan que
un predicador así es expendedor de drogas...
¿Cómo ha de ser
entonces el predicador?
Digámoslo sin rodeos.
En cuanto a la forma, debe
combinar todos los elementos positivos que concurren en los anteriormente
descritos. Debe ser cuidadoso en el uso de la palabra porque un mensaje tan
hermoso sólo con hermoso ropaje debe cubrirse. Debe substanciar sus
afirmaciones con textos bíblicos para que no sean caprichosas expresiones
producto de la imaginación humana. Hay porciones bíblicas que sirven para
interpretar otras, y deben traerse a colación en tiempo oportuno. Las
ilustraciones deben ser válidas -que den brillo a una idea opaca por abstracta-,
pero deben engastarse bien en la joya retórica que debe ser un sermón. El
ademán debe ser elegante, discreto, medido, producto de la idea que se expresa.
Ha de haber consuelo en el sermón: consuelo para el afligido. Pero también
aflicción para el satisfecho indolente. Caricia y látigo.
El sermón es exposición del
Evangelio. Y el Evangelio es Cristo. Urge recordar que hay una doble estructura
en un sermón. Primero, la estructura dada, esto es, la teología, el
mensaje en sí. Esto es básico y es hecho manu Dei. Segundo, la estructura hecha.
Este es el sermón. Puede que haya mensaje sin sermón. O que haya sermón sin
mensaje. Si de escoger se trata prefiramos siempre lo primero: el mensaje es
más que el sermón. Pero lo ideal nos pide un mensaje claro y poderoso,
encerrado en un sermón bien estructurado y entregado con humildad, pasión y
belleza. Lo que es manu Dei debe unirse a lo que es manu hominis para
producir ese milagro de la gracia Divina que es un sermón-mensaje.
Muchas necesidades dramáticas
tiene el púlpito protestante contemporáneo, pero la primera es la recuperación
de la predicación expositiva. Nada necesita tanto el pueblo creyente y el
pueblo por-creer, que este tipo de predicación. Predicar así es caminar. Sí. Es
caminar dentro de un pasaje bíblico, junto a los personajes mismos que
protagonizan el incidente comentado. Es "descubrir" (que aquí vale
por ser
descubiertos por) el universo de conceptos, emociones, imágenes y
realidades que el pasaje encierra. Todo pasaje bíblico es cofre: urge hallar la
llave que lo abra y exponer frente al pueblo las joyas que encierra. Para esto
hay que hacer labor de transculturación: Hay que partir del conocimiento de la
cultura que se interpreta -la bíblica- hasta llegar a la cultura para la cual
se interpreta. Y hay que romper palabras, y descubrir raíces y significados
originales. Y hay que leer la prensa y los autores que diagnostican los males
del presente Y después "clavar" la verdad bíblica en el corazón mismo
de la presente condición humana. Hacer de esa verdad bandera y apoderarse de
territorio enemigo "ad majorem Gloriam Dei"... Eso es predicar.
Hay predicadores y predicadores.
América Latina reclama, con dramática urgencia, predicadores, "que tracen
bien la Palabra de Verdad".
Este es un excelente y practico documento que debe ser estudiado y analizado por todo predicador, ya que presenta unas realidades de los que realmente, debe ser la predecacion del EVANGELIO.
ResponderEliminarGracias por su comentario, efectivamente el kerigma o proclamación es un acción muy importante en la iglesia y fuera de ella, por lo tanto, se tiene que realizar con mucha reverencia.
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