viernes, 16 de mayo de 2025

En memoria de las víctimas del 16 de mayo del 2025

Levantamos la voz con el alma rota y el corazón encendido por la indignación. Ha caído, vidas inocentes, ciudadano y ciudadana, estudiante de nuestra tierra, bajo las sombras de la violencia que ha querido manchar con sangre el suelo sagrado del saber, de la esperanza, de la juventud.

No podemos permitir que la muerte se normalice ni que el miedo se instale como huésped en nuestra hermosa provincia, como se ha vivido el día de hoy con el deceso  de nuestra estudiante. No podemos callar cuando la injusticia golpea a nuestras puertas, ni permanecer sentados mientras la impunidad danza en las calles. El dolor de hoy es una llama que debe encender la conciencia de todos.

A ti, juventud altiva, te hablo: Que no te quiten la voz, que no te arranquen el derecho a soñar, a estudiar, a caminar libre. Levántate como antorcha viva en medio de la oscuridad, como canto que atraviesa el silencio de la indiferencia.

No se trata solo de gritar en las calles, sino de resistir con pensamiento, con arte, con acción y con unidad. El crisol de la vida nos forja, y es en ese fuego donde debemos templar nuestra dignidad.

Que los lugares en el que nos desenvolvemos no se constituyan en cárceles del miedo, sino trincheras de ideas. 
Que cada paso que demos sea un acto de rebeldía contra la violencia, contra la corrupción, contra el olvido.

¡Ni una vida más en manos de la barbarie!
¡Ni un joven más asesinado por el abandono y la desidia!
¡Que la justicia no se demore ni se niegue!

Desde las entrañas de nuestra querida provincia de Santa Elena, brote el clamor: ¡Memoria, justicia y lucha! Por los que ya no están, por los que estamos, por los que vendrán.

¡Por la vida, por la justicia, por la paz!

sábado, 3 de mayo de 2025

La democratización de la educación superior: un imperativo para la justicia social

Reflexiones para un imperativo moral. 

La democratización del sistema de educación superior constituye un pilar esencial para la construcción de sociedades más equitativas, críticas y cohesionadas. Este proceso no solo se refiere a la ampliación del acceso a las universidades, sino también a la transformación estructural de sus mecanismos de funcionamiento, con énfasis en la participación efectiva de los distintos actores educativos.

En primer lugar, el acceso equitativo a la educación superior sigue siendo una deuda pendiente en muchos países. Las barreras económicas, sociales y culturales continúan limitando el ingreso y la permanencia de amplios sectores de la población, especialmente aquellos históricamente marginados. Superar estas desigualdades requiere políticas públicas orientadas a garantizar condiciones materiales y simbólicas de inclusión, que contemplen becas, tutorías, apoyo psicosocial, y un currículo diverso y contextualizado.

Sin embargo, democratizar la educación superior no se agota en el acceso. Implica también avanzar hacia formas de gobernanza más participativas y transparentes. La elección y asignación de autoridades universitarias debe responder a principios de autonomía, representatividad y legitimidad, donde estudiantes, docentes y personal administrativo participen activamente en los procesos de toma de decisiones. La imposición de autoridades por mecanismos sutiles externos, internos o cupulares atenta contra la vida democrática de las instituciones y debilita su vínculo con la comunidad universitaria.

Por tanto, democratizar es también descolonizar y deselitizar el pequeño grupo de privilegió que ha hecho del el saber una mercancía, democratizar es reconocer a la universidad como un espacio de construcción colectiva del conocimiento al servicio de las necesidades sociales y del pensamiento crítico. En contextos de creciente mercantilización del saber, defender una educación superior pública, gratuita, inclusiva y democráticamente participativa y gestionada es no solo una exigencia académica, sino también un compromiso ético y político con la transformación social.