Levantamos la voz con el alma rota y el corazón encendido por la indignación. Ha caído, vidas inocentes, ciudadano y ciudadana, estudiante de nuestra tierra, bajo las sombras de la violencia que ha querido manchar con sangre el suelo sagrado del saber, de la esperanza, de la juventud.
No podemos permitir que la muerte se normalice ni que el miedo se instale como huésped en nuestra hermosa provincia, como se ha vivido el día de hoy con el deceso de nuestra estudiante. No podemos callar cuando la injusticia golpea a nuestras puertas, ni permanecer sentados mientras la impunidad danza en las calles. El dolor de hoy es una llama que debe encender la conciencia de todos.
A ti, juventud altiva, te hablo: Que no te quiten la voz, que no te arranquen el derecho a soñar, a estudiar, a caminar libre. Levántate como antorcha viva en medio de la oscuridad, como canto que atraviesa el silencio de la indiferencia.
No se
trata solo de gritar en las calles, sino de resistir con pensamiento, con arte,
con acción y con unidad. El crisol de la vida nos forja, y es en ese fuego
donde debemos templar nuestra dignidad.
Que los lugares en el que nos desenvolvemos no se constituyan en cárceles del miedo, sino trincheras de ideas.
Que cada paso que demos sea un acto de rebeldía contra la violencia, contra la
corrupción, contra el olvido.
¡Ni una
vida más en manos de la barbarie!
¡Ni un joven más asesinado por el abandono y la desidia!
¡Que la justicia no se demore ni se niegue!
Desde las
entrañas de nuestra querida provincia de Santa Elena, brote el clamor: ¡Memoria,
justicia y lucha! Por los que ya no están, por los que estamos, por los que vendrán.
¡Por la
vida, por la justicia, por la paz!